Si pudiera matar las palabras,
o tal vez deshacer lo ya hecho,
lo haría con un pincel punzante,
hasta que se descargue el pecho.
Rompí mi mundo interior,
y estallan los colores,
entre cacerolas de agua hirviendo,
la claridad es traslúcida,
Y se divierten los payasos,
con maquillajes blancos,
que trasnochan entre finales,
que pernoctan y nunca acaban.
Soy un titiritero lameante,
un incordio, y un infierno,
cuyo bar es selecto y
rechazan mi presencia,
que entre pitos y flautas,
descansa, descansa.
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