Y aprecio el arte que descargan mis congéneres sobre
azulejos fríos e imposibles, lo percibo como el aire,
que impregna los vacíos de colores y dibujos animados.
Como cuando en 1987 Camarón llenó de sonido y agua
el oxígeno que asustado dejó sus moléculas vencidas.
Porque el sonido viaja y no muere. Tan solo cambia de
lugar para visitarnos a todos, y aquí le espero,
y a eso olemos todos, mezcla de ajo, tomate y agua,
y agua, y mucha agua.
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