Se esfuma el miedo de un sonámbulo,
chorreando de mieles su garganta,
y me sublevo latente ante los años,
que verán impávidos los peces que nadaban.
Ya se mezclan el dolor con las palabras,
¡otra vez!, como si triste estuviera mi alma,
sólo es hambre, ardor y ansia,
y ya no puedo borrarlas.
¡ Qué difícil mantener la inocencia !
¡ Qué bonito el regazo de un niño !
¿ Quién probó los ojos dorados,
y nunca dejó nada escrito ?
El tiempo es blanco y nada existe,
nieva el calor entre almohadas,
y con un bostezo de ardor,
este poema .... se despide.
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