lunes, 8 de agosto de 2011

Mi hermano

Sólo necesito un pequeño empujón.
Si no tengo calor ni cariño junto a mí,
que me lleve lejos, hoy me alivian a distancias de
aquí, entre vistas y presencias.
Y ahora sólo necesito tus ausencias,
regalos de arte y lluvias secas.

No equivoques sentencias,
me duele, me duele, me duele.
Como duelen los hermanos que nacieron
entre santidades, y que cuando llora el
alma se hace añicos, y calman sus gestos,
que son golosinas impolutas,
y llueve en mí, Juan Emilio.
Sé mayor por una vez, y agárrame lejos,
Dios mío, dios mío de mi vida y de mi
corazón. Y recuerdo los trasnoches sanjuaneros,
entre percates, no descansabas, únicamente
lo hacías con María cuando entre golpes el
toro yacía. Y ahora te necesito y mi valentía
se agacha entre tus cuernos, que me llevan
lejos de aqui. Yiyi, así te llama mamá, 
mi diosa coronada, sois un regalo que no
merecí. ¡¡ Y lo que nos gustan los toros !!
Pintado de negro, agarraba sus espadas,
tú lo vistes, y te callastes. Lo vió todo Coria,
como un imprevisto predecible, el toro descansó,
con mi mano entre sus cuernos. Ese momento
me colmó de arte. Siempre supe que jamás
iba a hacerme daño. Me hacen daño otras cosas.
Víctor pasó un mal rato,
y entre aplausos que eran churros comimos.
Porque tu hambre está por encima de todas
las cosas. Soy capaz de bofetear burlacos,
para que tu estómago se sacie.
Y jamás busqué palmas, era tu hambre el
que estaba por encima de todas las cosas.
Ostias le podían haber llovido a ese santo
toro cuyos cuernos entre azúcares  tuvo la
cabeza gacha.

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