Porque la sensibilidad escuece como la sal que se
vierte entre la sangre derramada por la piel abierta
y asteada por un toro de ojos negros.
Porque el inentendimiento se posa sobre una espalda
carente de alas y sobre un cuerpo que únicamente
puede correr. Los fuegos entre trotes se apagan y
tengo frío. El pelo ya dejó de crecer pero mi alma
se expande entre las multitudes que rellenan de bronce
un corazón solitario y cuya etnia desconozco.
Las respuestas son tan simples que asustan como lo
la mentira que nos contaron. El propio universo que parece
inmenso es una célula ínfima entre otras muchas.
Somos deliberadamente pequeños y rebeldes, el desorden
de un ser superior que acaba de nacer y que ignora
nuestra existencia.
Dios acaba de nacer y nos desconoce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario