domingo, 1 de mayo de 2011

De cuajo mis penas

Los minutos han sido los que en sus segundos preguntaron
a las horas cuántos eran los días que llevaba de pernocte.
La silueta de mi propia sombra tiene un color más claro,
parecido al azul oceánico y mi mente sin ensayos se desdobla
en arrecifes invisibles. La paz flota sobre formas hechas de humo
y cuyos cuadros están siempre en contínuo movimento, como
las hojas de un árbol que disfruta en libertad de una tarde en
mitad de la selva más salvaje. Aunque sigo teniendo carita de pena,
las lágrimas se secaron, y algunas flores duermen junto a mi apolítica fe
y cuya libertad lleva pétalos hechos a base de mayúsculas.

La ventana y un cigarro me han acompañado en la visita que mis ojos
hicieron al cielo, siempre inmóvil. Y la sensación ha sido parecida a la
que tienen los toreros antes de vomitar arte en los arenosos ruedos.
Porque el coraje no incapacita al miedo del que suele estar acompañado,
ya que la causa lo merece y es ésta la diferencia que tienen ambos.

Ya va siendo hora de arremangarse las entrañas y llevar a cabo los sueños
imposibles. El éxito no será ni de lejos mi objetivo, ya que difiero en demasiadas
cosas con mis congéneres. Pero voy a darme el gustazo de trasladar humildemente
con las herramientas de las que disponga una forma de entender el mundo.
Desconozco el medio,  pero usaré palabras, guitarras, palos, cervezas, drogas,
cigarros, ordenadores, mantas, rastrillos, cubos, arena, ladrillos y violines.

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