Caen del cielo amopolas,
frías y de todos los colores,
yacen ciegos los tristes aires,
y resucitan infantiles los alientos.
Por la vida aplauden los locos,
la razón cambió por fin de bando,
y las tormentas se abaten
para descifrar lo que siempre fue cierto.
Me desangro si aparece tu rostro,
y quisiera desgastar tu cara
que la luna se niega envidiosa alumbrar,
y suplico a mi mente descanso.
Me muero por divertirme,
ya que la fiesta está en mi mirada,
y sentir cada día ese decrépito flechazo,
que reaviva a mi inquieto corazón.
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