Querida verde musa vespertina,
haz de mí un instrumento musical,
riega con tu luz mis lágrimas de sal,
y dame paz, amor y serpentina.
Eres águila, bella y heroína,
bañas el cielo de sed, oro y coral,
sellas con fuego mi alma, mi moral,
y enloquezco contigo si hallo rima.
Tráeme flores, humo y caracoles,
y cúbreme con sábanas de mármol,
que para ti son mis sueños y dolores.
Riegas de plenitud mi triste árbol,
eres versátil, fugaz en olores.
Y dame tu coño morena que tienes las tetas más grandes del río.
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