mi intranquilad ha estado controlada por la música que
calma a la fiera que sin duda saldrá mañana y que llevo dentro.
La ventana de mi habitación ha traído aire fresco y
"campanillas" vestidas de corto y azul, cantando mis canciones
preferidas, se han posado sobre mí, como hadas que quieren
empujarme hacia la crueldad de la calle.
Me ha parecido escuchar el aleteo de una palmada flamenca,
y ya estoy puesto en pié, porque los pianos de la juventud son
un don que no pienso desaprovechar, y me los beberé por doquier.
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