Escupo tembloroso mis palabras,
prisioneras de la noche,
¡qué hagan suelo sus zapatos!,
y de firmes papiros sus derroches.
No abandonaré la tierra,
ni las aguas que me dieron de beber,
¡ no lo haré !
Respiraré hasta el hígado
la primavera y sus trampas,
cargaré en mi mochila el amor y sus flores,
y atravesaré a conciencia mis temores.
Indisoluble y angelical,
¡cállate ya!
no intrigues a mi soledad,
y deja que los ciervos follen.
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