sábado, 15 de octubre de 2011

El funeral

Los trazos de la mañana dibujaban sin descanso
luces de poesía. Mientras, el sol azotaba de calor a las almas
presenciales del entierro de un hombre cuyo epitafio
decía:  "No me he ido, me han echado".

Las campanas parecían estar gritando entre quejidos
de hojas secas, y los sentimientos afloraban como
espectros junto al tiempo naufragante empapado de
lágrimas y carmín. 

La esperanza, más verde que nunca, se rodeó de abrazos,
se vistió de alas y voló junto a los pájaros, provocando
una lluvia de plumas de alegres colores. Al instante, un niño
de cuatro años comenzó a señalar con su dedo de golosina
el nicho ocultado de rosas. 

-- Papá canta -- dijo el niño--, papá está cantando.

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