Ya aparcaron las mariposas de la infancia,
y a pesar de que el desgaste del tiempo nuble
con su recorrido las lunas más hermosas, las
ilusiones cuelgan siempre inmóviles en la noche.
Los brazos son ramas de mi tronco, que ha almacenado
en quietud y silencio todo aquello que ingerí. Las
piernas estorban y prefiero coserme alas para enfrentarme
a los enemigos que se esconden tras torres levantadas
entre guerras hechas por cobardes.
Y trepo frente a relojes y espejos invencibles que sacuden
con guadañas el pasado, y tripulo entre aguas para divisar
el rostro que nunca olvidé y que se apodera de mí, como soplos
transparentes, entre nubes infintas.
Mi amor es un destrozo, un trébol deshojado, un cacique
merecidamente destronado, un invento necesario, unas
lágrimas que si lloran, siempre lo harán por ti.
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