sábado, 10 de septiembre de 2011

Esta tarde

Y se oscurecen los ojos ocultados por unas
pestañas que daban la sensación de ser abanicos,
mientras la brisa despeinaba las canas de un
señor que jamás dió palabra.

La tarde parecía suspenderse en el tiempo,
junto a las mozas que con sus andares hacían
grietas en el asfalto necesitado de coches.

Juanjo inclinó la cabeza hacia arriba para observar
un cielo pintado de rojo, amarillo y azul. Sólo faltaban
bailarinas entre volcanes para que el click del reloj
permaneciera parado. Y la paz se hizo eco junto
al sonido del viento que no trasnochó y estaba limpio.
Los cuerpos navegaban como delfines entre niños
que pataleaban balones de cuero.

Esa noche sería violeta fosforita.

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