En pedazos la razón destruye algo de mí,
y te huelo entre zumbidos como buitre hambriento,
despedazando parte a parte los colores que tú creaste,
cada vez que sale el sol, humillando mi valor.
Ahora la juventud se esconde entre lágrimas cobardes,
para simplificar aquello que de por sí ya era simple,
pues las ganas, guiadas por el sol, iluminan,
a tus pies descalzos, entre columnas de mármol.
¿Es el tacto un amigo con quién no deseé discutir?
En ocasiones me agarro entre escenarios, a los telones
de un teatro cuyo guión jamás escribí.
Y retumban entre oídos el viaje de un reloj,
con cara de hijo de puta peligroso,
pues las fuerzas y la ley me defienden,
por no tener edad y hasta que me olvide el viento,
que aboga por la única justicia que es cierta y verdadera:
silencio.
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