Son tus ojos de cárpatos los que desdibujan entre
piezas de mármol el aleteo lejano del aire, cada vez
más parlanchín. Y la música de tu cara provoca un
silencio que no para de hablar. Dejemos que la lluvia
llore por nosotros, y que las musas se vuelquen entre
el humo para descubrir las palabras hambrientas, y
hoy necesitadas.
Observad como corre la sangre por las venas para oxigenar
nuestras vidas. Eclosionan en nuestras mentes las sonrisas más
hermosas y se esconden las caricias como si fueran tesoros.
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