Eran las cinco de la tarde y en Pacondo como todos
los días se preparaban con oficio y arte los pacondianos
para la corrida de toros. Esa tarde toreaban Miguel Ánguel
Feliz el Buitre, Torrebruno Pacondo y Domingo Ciripolen Casanovas.
De los tres, el segundo era el preferido por el público.
Sonó la tercera campanada y el toro estalló como una especie
de palomita. Las mozas cubiertas de rosas alimentaban la fiesta
con sus palmas y el cielo parecía una especie de gominola azul.
Las banderillas de Don Domingo fueron auténticas y ocasionó una
gran ovación. El capote de Ciripolen fue un baile flamenco que
provocó una oreja. Y el Buitre estuvo enorme y tras recoger
el rabo salió volando como era de su costumbre.
Tras la corrida las hermosas damas minifalderas repartían
perrunillas y gazpacho de huevo. Los ancianos terminaban
su puro mientras agarraban a las muchachas de las cinturas
más exquisitas. Todo Pacando follaba de siete a nueve.
Los viejos eran los primeros y siendo anfitriones repartían
hembras como se reparten las sábanas de un hospital.
Todo Dios follaba, hasta el tonto del pueblo que se llamaba
Willy el Tuerto y los ciegos también lo hacían.
Los árboles y sus hojas llenaban de verde las tardes, y
los gusanos nacían ya hechos mariposas. El traje sanjuanero
hecho de rojo y blanco junto al cielo parecían una especie de
bandera. La charanga trompetera llenaba de música la ciuidad
y los helados de limón se vendían como churros. Sólo los adornos
de las farolas daban signos de quietud. La muchedumbre exaltada
bailaba al son y los mudos parecían estar cantando.
Imagen de Pacondo
La fiesta era brutal y los alredores estaban hechos de oscuridad,
pena y paja. Se observaba Pacondo de lejos como rayos de soles.
Era una juerga de color, alegría y buen humor.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Le lechera
Érase una vez un cerdito que tenía el pene muy gordo y
una lechera que así era conocida,no por repartir leche
sino por tener las tetas muy gordas.
Bob, que era el nombre del cerdito cobarde, estaba
locamente enamorado de ella, pero nunca se atrevió
a decirle lo que sentía. Desde nacimiento, Bobby,
que así le llamaban sus amigos, tenía el defecto de
la inexpresividad. Era parco en palabras pero pródigo
en sentido. Era el jefe de una empresa de jamones de
bellota de cinco jotas.
En el pueblo nunca hubo encinas, ni cerdos salvo él,
pero sus productos eran de la mejor calidad.
Ella, de cuyo nombre quisiera acordarme, tenía el oficio
más antiguo del mundo.Se dedicaba a ordeñar los falos
de los aldeanos por cinco reales. Sus beneficios los
empleaba en la construcción de una ciudad llamada "Parasiempre".
Estaba dotada de una belleza que este cuento no puede
expresar con palabras. Era la imagen viva de un Diosa,
y hacía cosas propias de los Dioses.
Tenía la tez del color de la miel y sus cabellos eran adornos
de oro iluminados por el mar de sus ojos. Su cuerpo era como
si hubiesen dejado dibujarlo y sus pechos eran enormes,
como cántaros. Sus labios eran un lecho de especias y su olor
era el de la primavera más salvaje.
La lechera
Nunca nadie esuchó su voz, no comía, no defecaba y
siempre estaba limpia, como recién duchada.
Era un milagro inexplicable.
Gretel García era el alcalde del pueblo, hijo de un famoso fumador.
Se dedicaba a pasear por las mañanas, cerca del puerto,
y a leer un periódico que tenía las hojas en blanco.
Nadie sabía las letras que Gretel visualizaba en aquellas páginas,
pero por todos era sabido que contenían el secreto de la felicidad.
Todas las navidades organizaba un obra de teatro llamada
¡¡ Qué bello es vivir !! y siempre emocianaba a los paisanos
consiguiendo una soberana ovación.
En su corazón sentía dulces desgarros por la lechera.
Se tiraba largas noches envuelto en sábanas y lágrimas,
y ansiaba escuchar su voz.
Pulgarcito era un viejo músico manco que tenía la voz
con reverberación natural. Tocaba el piano con la única mano
que tenía. Tras una década de éxitos mundialmente conocidos,
regresó a su pueblo natal. Quería morir en su tierra,
no sin antes escribir la canción más bonita del mundo.
Pero fueron su corazón y su ciego amor por la lechera
quienes le hicieron regresar. Era amigo de Bobby,
y sentía un odio irracional hacia el alcalde.
Mientras tanto en Parasiempre los ángeles obreros
construían casas de azúcar, bares y pabellones de amor.
El hilo musical estaba instalado en toda la ciudad,
y las hojas de los árboles bailaban en perfecta coreografía.
La ciudad estaba impregnada de bohemia, arte y color,
y se mantenía oculta tras el bosque de la inspiración.
una lechera que así era conocida,no por repartir leche
sino por tener las tetas muy gordas.
Bob, que era el nombre del cerdito cobarde, estaba
locamente enamorado de ella, pero nunca se atrevió
a decirle lo que sentía. Desde nacimiento, Bobby,
que así le llamaban sus amigos, tenía el defecto de
la inexpresividad. Era parco en palabras pero pródigo
en sentido. Era el jefe de una empresa de jamones de
bellota de cinco jotas.
En el pueblo nunca hubo encinas, ni cerdos salvo él,
pero sus productos eran de la mejor calidad.
Ella, de cuyo nombre quisiera acordarme, tenía el oficio
más antiguo del mundo.Se dedicaba a ordeñar los falos
de los aldeanos por cinco reales. Sus beneficios los
empleaba en la construcción de una ciudad llamada "Parasiempre".
Estaba dotada de una belleza que este cuento no puede
expresar con palabras. Era la imagen viva de un Diosa,
y hacía cosas propias de los Dioses.
Tenía la tez del color de la miel y sus cabellos eran adornos
de oro iluminados por el mar de sus ojos. Su cuerpo era como
si hubiesen dejado dibujarlo y sus pechos eran enormes,
como cántaros. Sus labios eran un lecho de especias y su olor
era el de la primavera más salvaje.
La lechera
Nunca nadie esuchó su voz, no comía, no defecaba y
siempre estaba limpia, como recién duchada.
Era un milagro inexplicable.
Gretel García era el alcalde del pueblo, hijo de un famoso fumador.
Se dedicaba a pasear por las mañanas, cerca del puerto,
y a leer un periódico que tenía las hojas en blanco.
Nadie sabía las letras que Gretel visualizaba en aquellas páginas,
pero por todos era sabido que contenían el secreto de la felicidad.
Todas las navidades organizaba un obra de teatro llamada
¡¡ Qué bello es vivir !! y siempre emocianaba a los paisanos
consiguiendo una soberana ovación.
En su corazón sentía dulces desgarros por la lechera.
Se tiraba largas noches envuelto en sábanas y lágrimas,
y ansiaba escuchar su voz.
Pulgarcito era un viejo músico manco que tenía la voz
con reverberación natural. Tocaba el piano con la única mano
que tenía. Tras una década de éxitos mundialmente conocidos,
regresó a su pueblo natal. Quería morir en su tierra,
no sin antes escribir la canción más bonita del mundo.
Pero fueron su corazón y su ciego amor por la lechera
quienes le hicieron regresar. Era amigo de Bobby,
y sentía un odio irracional hacia el alcalde.
Mientras tanto en Parasiempre los ángeles obreros
construían casas de azúcar, bares y pabellones de amor.
El hilo musical estaba instalado en toda la ciudad,
y las hojas de los árboles bailaban en perfecta coreografía.
La ciudad estaba impregnada de bohemia, arte y color,
y se mantenía oculta tras el bosque de la inspiración.
Aguas muertas
!!Qué bonita es la vida!!
dijeron los muertos,
¿Cómo que están tan cerca,
y a la vez tan lejos?
Guadaña de copas, minifaldas,
luces, sombras y rayos,
cúbreme de amor, de paz
y sábanas de mármol.
Eres agria y breve,
como lágrimas pesadas,
a la vez dulce y tranquila,
una noche de verano.
Deja que la lluvia llore por nosotros,
y que el silencio sea nuestro amigo,
deja que te bese y te ame,
que sin querer te quiero.
Píntame de azul y grietas,
que roto y puzzle soy,
y deja las costuras,
que hecho de hierro estoy.
El autor en sus inicios, a la derecha.
Elucubración
Eran alrededor de las cinco de la tarde cuando
María y sus familiares llamaron al cura para que
en su oficio diera a lugar la extremaunción de Don Federico.
Llevaba años sin poder hablar y su única obsesión
durante más de dos siglos había sido la utopía de la paz.
Tenía doscientos catorce años y su corazón inflado de
penas y tormentos estaba llegando a su fin. Su
rostro era arrugado, como el de una camisa de seda tras salir de
una lavadora, y apretaba su puño derecho con tal fuerza,
que las gotas de sangre sobre la alfombra parecían ser
un reloj de arena.
Su tataranieta Silivia con un cubo hecho
de hojalata lloraba mientras recogía los últimos restos de vida.
Durante unos segundos, una ráfaga de viento golpeó la
habitación y el puño de Don Federico dejó de estar cerrado.
Sobre su mano había una nota escrita que decía : !Seguid vivos!
María y sus familiares llamaron al cura para que
en su oficio diera a lugar la extremaunción de Don Federico.
Llevaba años sin poder hablar y su única obsesión
durante más de dos siglos había sido la utopía de la paz.
Tenía doscientos catorce años y su corazón inflado de
penas y tormentos estaba llegando a su fin. Su
rostro era arrugado, como el de una camisa de seda tras salir de
una lavadora, y apretaba su puño derecho con tal fuerza,
que las gotas de sangre sobre la alfombra parecían ser
un reloj de arena.

Su tataranieta Silivia con un cubo hecho
de hojalata lloraba mientras recogía los últimos restos de vida.
Durante unos segundos, una ráfaga de viento golpeó la
habitación y el puño de Don Federico dejó de estar cerrado.
Sobre su mano había una nota escrita que decía : !Seguid vivos!
El Día de Todos los Santos
Quiero ser devorado por una osa panda con gafas de sol, medias de rejilla
y minifalda, y que sepa cantar el himno americano.
Desde que fui al cementerio el Día de Todos los Santos, que de santos seguro
que no tenían nada, siento como que la distancia que nos separa de la muerte
es ínfima, leve y breve, como el sonido de un castañuela bien dada.
Esa vez mi mente sin necesidad de alcohol, droga o estupefaciente, observó
a los muertos como un niño que juega con su rostro al verse reflejado
por el agua. Y únicamente sentí paz. Es un deber más que hay que cumplir,
y me temo que éste, debe ser de los pocos que cumple todo el mundo.
Y no entiendo porque rehusamos hablar de ello. La muerte se cruza siempre,
vestida de negro, y creyendo hacer daño. Aunque en realidad es un prostituta
que se lleva vidas por recibir dinero a cambio. Es su trabajo y lo respeto
Pero seguro que tras su rostro esquelético se esconde la imagen de una
princesa hermosa llena de primaveras.
Le recortaba su traje con unas buenas tijeras, hasta que mostrara sus mulos
bien formados. Y me desabrocharía la bragueta, mientras con la otra mano
apretaría su trasero hasta ver en su cara algo de vicio.
Y me la follaría, me la follaría hasta que nos devolviera todo lo que nos ha quitado.
y minifalda, y que sepa cantar el himno americano.
Desde que fui al cementerio el Día de Todos los Santos, que de santos seguro
que no tenían nada, siento como que la distancia que nos separa de la muerte
es ínfima, leve y breve, como el sonido de un castañuela bien dada.
Esa vez mi mente sin necesidad de alcohol, droga o estupefaciente, observó
a los muertos como un niño que juega con su rostro al verse reflejado
por el agua. Y únicamente sentí paz. Es un deber más que hay que cumplir,
y me temo que éste, debe ser de los pocos que cumple todo el mundo.
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Y no entiendo porque rehusamos hablar de ello. La muerte se cruza siempre,
vestida de negro, y creyendo hacer daño. Aunque en realidad es un prostituta
que se lleva vidas por recibir dinero a cambio. Es su trabajo y lo respeto
Pero seguro que tras su rostro esquelético se esconde la imagen de una
princesa hermosa llena de primaveras.
Le recortaba su traje con unas buenas tijeras, hasta que mostrara sus mulos
bien formados. Y me desabrocharía la bragueta, mientras con la otra mano
apretaría su trasero hasta ver en su cara algo de vicio.
Y me la follaría, me la follaría hasta que nos devolviera todo lo que nos ha quitado.
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